A la hora de decorar una habitación, normalmente se tiende a poner el foco en un elemento: el cabecero de cama. Sin embargo, las camas sin cabecero a veces son la opción ideal, y en el post de hoy vamos a analizar distintos casos y la mejor forma de afrontarlo.
Hay varias razones para optar por una cama sin cabecero: a veces, la habitación es tan pequeña que no deja mucho espacio a los pies, y los centímetros que ocupa un cabecero de cama pueden ser cruciales. Otras veces es una cuestión económica (¿por qué gastar en un cabecero cuando uno se puede ahorrar ese dinero?). Otras, porque el foco se pone en otro sitio, y un cabecero potente distraería la atención.
Aunque la mayoría de la gente suele preferir un cabecero de cama por aquello de no mancharla o no apoyar la cabeza o la espalda directamente en la pared, lo cierto es que las camas sin cabecero pueden quedar espectaculares. Analizaremos ahora los casos más frecuentes y veréis como el resultado es tan estético como si llevaran el cabecero puesto.
Minimalismo
Una de las razones por las que optar por una cama sin cabecero es por el estilo del dormitorio, y es que cuando se opta por el minimalismo, donde “menos es más” y cualquier elemento superfluo debe desaparecer, el cabecero resulta cuando menos prescindible. Si además el envoltorio es blanco (color fetiche de este estilo), eliminando el cabecero se evita el contraste.
Camas bajas
Las camas bajas decoran el dormitorio de una forma muy particular. Al parecer “tiradas en el suelo”, la colocación de un cabecero les quitaría fuerza y sentido.
Si además, se busca una estética de tipo japonés, con camas en tatami, el cabecero directamente sobra.
El foco en el techo
A veces, un dormitorio cuenta con elementos arquitectónicos de su propia estructura tan potentes que un cabecero les restaría protagonismo. Por eso, cuando una habitación tiene un techo original, las camas sin cabecero son la opción ideal, pues llevan la mirada hacia arriba y no se quedan en la zona baja.
Dormitorios abuhardillados
Las buhardillas, especialmente si son bajas y la cabeza de la cama se coloca en el lado corto, no dejan mucho espacio para cabecero, y de ponerlo, bajaría aún más la sensación de poca altura en esas zonas. Por eso es mucho mejor dejar la cama sin cabecero y dejar que las vigas se lleven todas las miradas.
Por otro lado, si el techo es a dos aguas y la cabeza de la cama se coloca entre ellas, el no poner cabecero resalta aún más la forma de las vigas.
En cualquier caso, la propia estructura de los techos abuhardillados suele tener tal fuerza que es mejor dejarla vista y que los demás elementos se mimeticen con ella.
El foco a un lado
A veces el foco no está en la estructura del techo sino en algún elemento lateral que queramos resaltar. Uno de los más comunes son las lámparas de lectura, ya sean de sobremesa o de pie.
También ocurre con los apliques, ya sea a ambos lados de la cama o en uno de ellos, dejando el lado contrario para algún otro elemento a resaltar.
Por último, también ocurre con las lámparas colgantes, que suelen además llevar algún elemento adicional apoyado en el suelo, como un cuadro o un espejo, que con la ausencia de cabecero cobran más fuerza.
El foco en la pintura
En ocasiones, lo que nos interesa resaltar de un dormitorio no es el cabecero sino el ambiente general, creando una envolvente formada por una pintura específica que nos cree un efecto relajante, para lo que se necesita que un cabecero no reste atención.
Otras veces sí queremos marcar específicamente la pared del cabecero, pero no con un elemento específico sino con la propia pintura.
El foco en las paredes
Otras veces, la fuerte personalidad del revestimiento natural de las paredes hace que sobre la necesidad de un cabecero para resaltar la cama. Es el caso de paredes encaladas, de piedra natural, ladrillo, cemento u hormigón, que tienen la suficiente fuerza como para no necesitar nada más.
Habitaciones oscuras
Aunque la mayoría de la gente prefiere habitaciones luminosas, lo cierto es que los ambientes oscuros suelen crear espacios de intimidad muy adecuados para determinados tipos de dormitorios. En estos casos, la presencia de un cabecero, que normalmente suele contrastar con la pared, restaría igualmente fuerza al ambiente, por lo que es mejor optar por una cama sin cabecero.
Potenciando ventanas y otros elementos externos
Finalmente, y siguiendo la línea de no quitar protagonismo a otro elemento, las camas sin cabecero se eligen cuando se desea resaltar algún otro elemento de la habitación, como una ventana junto a la cama…
… una lámpara de techo especial…
… incluso una hornacina o un elemento decorativo…
El foco en la ropa de cama
Finalmente, cuando la ropa de cama contrasta con el resto o cuando se quieren potenciar cojines, plaids, colchas o mantas, es mejor optar por camas sin cabecero, ya que la cercanía le robaría protagonismo (de optar por él, os sugerimos que sea del mismo tono que la pared para que se mimetice y desvíe a la ropa de cama toda la atención).
Como veis, las camas sin cabecero no tienen por qué dar la sensación de habitación desnuda o falta de algo. La clave está en potenciar otros elementos para que siempre exista un foco en la habitación. ¿Verdad que quedan preciosos?
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Vía: pinterest.com