Inauguramos la nueva temporada del blog y lo hacemos con esta reflexión sobre el interiorismo.
¿Cómo sería un mundo sin interiorismo?… Sin duda, más feo. Las personas seríamos más tristes y la vida resultaría más difícil.
Sabemos que suena pretencioso porque no es una necesidad básica que deba cubrir el ser humano para su supervivencia, pero lo cierto es que ayuda, y mucho, en nuestro día a día.
Y si nos ayuda en cada jornada, eso quiere decir que afecta en su totalidad a nuestras vidas.
Deja que te cuente una anécdota
Hace un tiempo, la pareja de una amiga me comentaba a la vuelta de su periplo en el extranjero, lo difícil que habían sido las primeras semanas viviendo en otro país.
A la incorporación en su nuevo trabajo, teniendo que hablar en otro idioma, con nuevos compañeros y nuevos jefes que no daban margen para adaptarse, se sumaba el hecho de tener que vivir en un hotel hasta encontrar una vivienda.
Ese hotel era viejo, triste y desolador. En palabras de esta persona “las paredes se me caían encima nada más poner un pie en la habitación del hotel”.
Resulta que las paredes empapeladas eran oscuras, había poca iluminación natural y la artificial no estaba pensada precisamente para ayudar. Además, los pocos muebles que había también eran antiguos y oscuros y no casaban entre sí. Vamos, nada que ver con los gustos de la pareja (y me atrevería a decir que de ninguna persona).
¿Y qué hacía entonces a la vuelta del trabajo? Pasar el menor tiempo posible en el hotel.
En cuanto llegaba, ambos salían a pasear para gastar tiempo y despejar la mente. Al hotel procuraba ir exclusivamente a dormir.
Todo esto se solucionó en cuanto encontraron un piso que cubría los mínimos estéticos como unas paredes claras, habitaciones luminosas y espacios despejados para distribuir los muebles que más les gustasen.
Lo curioso de todo esto es que, en conversaciones previas, había quedado muy claro por su parte que el diseño interior no era algo que le gustase o le pareciese importante. Saltaba a la vista que para él era un “entretenimiento de chicas”. Algo banal e insustancial, nada útil ni trascendental para la historia de la humanidad.
Pero la realidad era que una decoración antigua, desfasada y lúgubre le afectaba tremendamente al ánimo y le condicionaba su día a día. Con lo que acertar con el espacio donde iba a vivir los siguientes meses de su vida resultaba una necesidad tan básica como el comer a diario.
Algo así debió ser el “famoso” hotel
¿Te ha pasado algo similar?
Lo cierto es que no hace falta tener mucho conocimiento de este mundo para saber si el interiorismo te parece útil o no. Con analizar nuestras sensaciones al entrar a un interior nuevo para nosotros, encontraremos la respuesta.
¿Quién no ha decidido reservar mesa en un restaurante simplemente porque el aspecto de su interior le llamaba la atención (la comida ya es otro tema)?
¿Quién no ha babeado por momentos viendo ese hotel a orillas del mar con su decoración ibicenca?
¿Quién no ha sentido cierta envidia al visitar el piso nuevo de un amigo con sus grandes ventanales, su suelo de madera de lamas anchas, sus puertas blancas o su cocina que invita a cocinar?
¿Quién no ha llegado alguna vez a casa y se ha sentido a disgusto? La respuesta a esta pregunta, en la mayoría de los casos, está relacionada con el interiorismo.
Si te ha llamado la atención ese restaurante tan bonito, con sus mesas bien decoradas, las sillas que te gustaría tener en tu casa, su terraza tan bien ambientada con guirnaldas de bombillas ¡Pero si hasta más de uno se ha hecho fotos de grupo en el baño para publicarlas en Instagram!
Si con la llegada del calor te ha saltado un anuncio navegando por internet de ese hotelito tan mono con vistas al mar, con las habitaciones de paredes blancas y ventanas azules, con un patio techado con caña filtrando la luz y dibujando las paredes a base de líneas de luz y sombra. El paraíso donde te gustaría vivir, al menos en verano.
Si cuando tu mejor amiga te invita a ver su nueva casa, que al fin está terminada de amueblar, y no puedes evitar compararla con la tuya porque tú no te has parado a pensar que ese sofá morcillón con estampado de hojas que has elegido es demasiado voluminoso, que la mesa de comedor es más grande de lo que debiera para el comedor que tienes y, al pasar junto a ella tienes que hacerlo metiendo tripa, o si la luz fría que ilumina tu salón tiene algo que te hace sentir… ¿frío?
En definitiva, si sientes en estos espacios y otros tantos que estás más a gusto que en tu propia casa que compraste con toda la ilusión del mundo pensando que sería tu refugio, tu remanso de paz, el sitio al que siempre puedes volver y sentirlo como tu hogar, entonces querido lector, es que sí valoras el interiorismo y sí necesitas hacerle un hueco a diseño interior en tu vida.
Lo que hemos visto como interioristas
A lo largo de los años que llevamos trabajando como interioristas hemos podido comprobar varios patrones:
Hemos visto familias estresadas, tanto padres como niños, porque no logran establecer orden en sus casas, a veces por falta de espacio, a veces por no contar con una buena distribución que les permita tener más almacenaje, y otras, para qué engañarnos, porque uno de ellos compra compulsivamente y sufre de síndrome de Diógenes (no exageramos).
También hemos visto parejas en las que uno de los miembros cedía todas las decisiones a la otra parte ya que “le da igual cómo se hagan las cosas”, pero, llegado el momento, sí quería ser escuchado puesto que prefería las cosas de una u otra forma. ¿Por qué será? Porque uno necesita para su bienestar emocional tener su rincón de lectura, su sofá chaiselongue para las siestas o, por ejemplo, evitar a toda costa los espejos redondos, porque, por alguna razón que desconoce, le chirría y no quiere verlo a diario.
Otras parejas en cambio llegan con cierta tensión a la primera reunión con nosotras, ya que uno de los dos no está nada convencido de gastar dinero en alguien para que le ponga muebles en su propia vivienda. ¡Sólo faltaba que le tengan que decir a uno de qué color pintar las paredes de su casa!
Hemos comprobado también cómo personas que viven solas y no tienen tiempo, aparentemente delegan todo a los interioristas para que le procuren una “vivienda decente sin más pretensiones, porque total, vivo solo”, pero que, según avanza el proyecto, se van emocionando con la idea del cambio y de lo bien que quedará su vivienda. En ese punto llega la alegría a su vida, su ánimo es otro y los planes para invitar a los amigos a cenar a casa y enseñarles su nueva decoración aparecen con mucho entusiasmo.
Nuestra conclusión
En unos casos por puro desconocimiento y por pensar que el interiorismo se basa en poner dos cortinas y cuatro flores, y en otras ocasiones por desdeñarlo (porque nadie mejor que ellos mismos puede saber qué necesitan) es necesario la ayuda de alguien con experiencia.
A veces son pequeños consejos, sutilezas que ayudan a conseguir el confort que necesita cada persona, otras veces son grandes cambios de mentalidad los que hacen falta para llegar a buen puerto.
El caso es que nos sentimos diferentes según el espacio en el que nos encontramos. Y si no ¿por qué todo el mundo prefiere a priori un piso exterior bien iluminado y con buenas vistas?
La vivienda de cada uno es de vital importancia. Es nuestro refugio particular, donde somos realmente nosotros mismos. Por ahí empiezan nuestras sensaciones, pero no siempre uno puede comprar lo que le gustaría, así que en ese momento más que nunca, es vital lograr un buen interiorismo que sepa sacarle el mejor partido.
Solo así se podrá transformar en nuestro hogar lo que en principio sentimos como una casa ajena. Un espacio propio al que dé gusto volver después del trabajo. Una vivienda a la que no nos apetezca volver después de unas estupendas vacaciones y a la que incluso la echemos de menos mientras estamos lejos.
Y tú ¿qué opinas de la importancia del interiorismo en nuestras vidas?
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